9 y 10 de Febrero 2013



Una nueva ruta que nos llevara a la localidad de Saucelle, para recorrer la zona fronteriza entre España y Portugal.
Llevamos 20 años organizando rutas, y aun descubrimos nuevos parajes de esta nuestra península Ibérica. Y además parajes que nos sorprenden.
Este ha sido el caso de esta ruta, que surgió gracias al buen hacer de la gente del pueblo rural Aldeaduero, que nos invitó a conocer sus instalaciones y nos animó a organizar una ruta por la zona.
Y así fue como se puso en marcha esta ruta, donde 12 vehículos participamos en un agradable fin de semana.
La primer impresión según llegas a esta zona es que la meseta se termina y se corta abruptamente, ya que la inmensas llanuras salmantinas se acaban y te obligan a descender una pared, casi vertical de 400mts de altitud para llegar a orillas del Duero. Y junto a la presa de Saucelle, se encuentra el pueblo rural, antiguo poblado de Iberdrola, perfectamente acondicionado y con unas impresionantes instalaciones.
Una vez acomodados en el hotel procedimos a la cena de presentación, dando la bienvenida a algunos nuevos Iberuteros y reencontrándonos con viejos socios, que llevaban tiempo sin participar en rutas. Y esta es la magia del 4×4, rápidamente los más expertos aconsejan a los recién llegados, y se entablan conversaciones como si toda la vida hubiéramos estado juntos.
El sábado tras el desayuno y en breafing nos pusimos en marcha, dejando a los restauradores de piedra trabajando en la fuente que preside el hotel. Una vez en marcha cruzamos la presa de Saucelle internándonos en Portugal. Dejábamos la carretera en la cercana localidad de Freixo Espada, rodeados de viñedos. Estrechos caminos nos daban la bienvenida, entre muros de piedra. A las pocas viñetas Veronica, pedía ayuda, al girar en un camino estrecho había caído en la acequia y el muro de piedra amenazaba la chapa…
Una par de piedras bien puestas para levantar las ruedas, unas indicaciones y la pericia al volante de Manolo, sacaron “el tocho” de la dificultad y continuamos el recorrido. A continuación unos cortafuegos no muy inclinados, nos llevaron al borde del acantilado.
Estábamos al otro lado del “tajo” que el rio Duero asesta al terreno en la frontera entre ambos países. Las vistas impresionantes no nos dejaron indiferentes.
El camino continuaba por la cornisa recorriéndola y dejándonos magníficas vistas, además el día acompañaba, con lo cual la visibilidad era perfecta.
De pronto empezamos a descender por estrechos caminos esculpidos en la pared, con giros impresionantes, de “maniobra”, que nos llevaban hasta el mismo borde del agua, entre antiguas minas abandonadas.
Era la hora del “Ángelus” así que la parada para almorzar fue sagrada. Raúl, saco un tupper con torreznos traídos desde Segovia, un poco de queso, pan y la bota… No digo más.
Continuamos nuestro camino desde Barca de Alva, junto al rio, donde la calma de las aguas provocaba un reflejo fantástico, de los viñedos del famoso vino de Oporto. Pero no íbamos a quedarnos tanto tiempo sin emociones, así que iniciamos una nueva subida, vertiginosa de nuevo salvando unos 500mts de altitud en pocos kilómetros. Carlos, novato recién incorporado, se confundía en un camino, internándose entre viñas, que con su Jeep Wrangler descapotable, bien parecía “el Mayoral” de la finca revisando sus viñedos.
De nuevo en ruta y tras un vadeo y un “túnel de rayado” buscamos un lugar de parada para comer al solecito y junto a un rio. Una tertulia espectacular, un concurso de cata de tortillas, el bizcocho de Celia, los licores de Vero, el café de Miguel Angel… En fin un lujo.
Continuamos camino ascendiendo entre jaras y en busca de espectaculares cortafuegos de bajada, que “de propina” se convirtieron en bajada, subida, bajada… vamos que hubo bonus…
Todos contentos seguimos en busca de las siguientes dificultades, un cortafuego trialero en bajada con piedras sueltas que ponían a prueba nuestra pericia. Un agradable paseo entre fincas nos llevó de nuevo a la localidad de Freixo Espada a Cinta, donde nos detuvimos para visitar el centro urbano, su torre y la famosa Espada atada a un árbol que da nombre al pueblo. Entre estrechas calles adoquinadas salimos en busca del embarcadero fluvial junto al rio. Resultando agradable el paseo.
Como había ganas de más intentamos atravesar un par de montes en busca del hotel, pero resulto imposible ya que todos los caminos estaba cortados.
Ya en el hotel, la gente de Aldeaduero nos abrió su tienda de embutidos salmantinos, con una degustación, que sirvió para comentar las mejores jugadas de la jornada.
El domingo amaneció un día nublado y con lluvia. Lo cual nos complicaría la comida final campestre. Pero seguro que lo pasaríamos mejor en la ruta, así fue.
La primera actividad consistía en realizar el crucero fluvial del Duero, visitando la presa de Aldeavila, una de las más importantes de España y que produce el 125 de nuestra necesidad eléctrica, equivalente a una central nuclear.
Tras el paseo fluvial, muy interesante y espectacular. Nos pusimos en marcha por carretera hacia Barca de Alva, donde tomábamos unas pistas entre cultivos y haciendas, que nos llevaban hasta un pequeño vadeo. A continuación un increíble camino trialero entre rocas, barro y agua bajando por las roderas, puso emoción y en aprietos a los participantes, que creían que no terminaría nunca la ascensión, que además parecía que no tenía salida.
Eduardo ya había advertido que el siguiente vadeo tendría altura y corriente, así que nos detuvimos para investigar y decidir. Alberto, valiente donde los haya, se quitó el calzado se remango los pantalones y testeo el nivel del rio de la mejor manera posible.
Visto que podíamos vadear, los 12 coches lo superaron perfectamente brindándonos excelentes fotos y videos. Nos quedaba poco trecho hasta Figueira do Castelo Rodrigo, lugar previsto de comida y seguía lloviendo. Como siempre en Iberutas, la improvisación funciono y Enrique localizo un restaurante que de golpe y porrazo nos dio de comer a 25 personas sin avisar y estupendamente por cierto.
Después de comer aún quedaba “la propina”, Eduardo había programaos una ascensión trialera a Castelo Rodrigo, localidad medieval en los alto de una colina y de gran belleza, donde realmente acababa la ruta. Pero además, ya que pasábamos por Almeida, una preciosidad de localidad fortificada en forma de estrella, también había previsto visitarla.
Y así terminamos una ruta más de Iberutas, la última antes de la fiesta de 20º aniversario.
Nos vemos en la próxima…
Texto y fotos: Eduardo Celdran Oteo