19 y 20 de Febrero

Por fin, tras aplazarla en el calendario el año pasado, pudimos disfrutar de estas tierras y de estos barros… regados por un estupendo vino.

En Peñafiel, nos dimos cita el viernes por la tarde, tras un corto camino desde Madrid, en comparación con otras rutas. El hotel Convento las Claras, nos daba la bienvenida, y los participantes se aposentaban cómodamente en sus habitaciones.
El breafing, tras la cena dejaba claro que el día siguiente, aunque sin dificultades importantes, el barro nos lo pondría difícil.

Y así fue, amaneció lloviendo, salimos de Peñafiel en dirección Curiel de Duero, donde nos esperaba una subida con cierta dificultada, pero que el barro hacia intransitable. Solo Alberto consiguió superarla en primer lugar, el resto comenzó a patinar, decidiendo dar un rodeo por la pista “fácil” aunque no resulto así, ya que tras el paso de los primeros coches Francisco y su imponente Land Cruiser 200, se atravesaban en la subida, requiriendo de la asistencia de los coches que tenia más cerca para enderezarlo. En esas estaban cuando Iván, cayó a la cuneta, aunque dando marcha atrás, salía sin problemas del atolladero.
Una vez arriba y con el grupo dividido en dos, los que habían quedado delante del HDJ200 y los de detrás, se continúo la marcha bajo un fuerte aguacero. El barro lo inundaba todo y tras atravesar una meseta, tocaba bajar al valle. Despacito, según aconsejaba Eduardo, los coches iban bajando por una pista “de patinaje” pegaditos a la pared, ya que el barranco era importante.
Una vez abajo, el camino relajo los ánimos, ya que discurría plano junto al rio Duero, en dirección a Roa. Precisamente al llegar a dicho pueblo hicimos una breve parada para almorzar. En ese momento oímos al grupo cabecero que tenia apuros junto a una viña.
Corrimos en su auxilio, llegando a una zona de viñedos, sin mayor complicación, pero que se había convertido en tal patatal que los coches caían a la cuneta, teniendo que salir por el borde de un arado impracticable. El segundo grupo tras ver la maniobra puso más empeño consiguiendo pasar casi todos, excepto Guillermo que también cayó en la trampa, aunque consiguiendo salir sin problemas por el arado.
Ya era tarde, y parecía que el día abría un poco, la siguiente zona atravesaba pistas fáciles, pero había que bajar la guardia. El terreno seguía encharcado y los problemas se sucedían. Una bajada fuerte, ponía emoción ya que las ruedas, en ved de dibujo llevaban pegadas tal cantidad de barro, que no hacían nada fácil el control de los vehículos.
El horario estaba hecho trizas, y no llegaríamos al lugar previsto para la comida. Así que una llamada a nuestra bodega amiga COMENGE, nos abría la posibilidad de comer al aire libre. Ya que la lluvia ahora intermitente nos lo impedía hacer libremente. Así pues, se improviso en la bodega una zona aprovechando que se había celebrado una matanza por la mañana, con una carpa, donde pudimos comer perfectamente a pesar de la lluvia. Y encima recibimos el obsequio de unas botellas de vino por parte de la bodega.

Después de comer, salió el sol, el camino que nos llevaba a Pesquera, parecía una pista de patinaje, donde los coches súbitamente culeaban sin control. Pero todos pudimos llegar al monasterio de San Bernardo, en Valbuena.
Tras su visita continuamos el recorrido en dirección a Quintanilla de Onésimo. Tras cruzar el Duero, por el puente, nos internamos en una zona de pinares, con una ancha pista embarrada hasta los topes, que resulto hacer las delicias de los participantes, al no entrañar peligro. Le llamamos el pequeño “Camel Trophy” y tras salir de ese sector en la parada para visitar el Convento de Armedilla, fue de lo más comentado. Sobre todo la cara de susto de Juan, debido a “las culeadas” que Nacho al volante del Land Cruiser había hecho en dicho camino.
El último tramo del día cruzaba una extensa meseta con el castillo de Peñafiel al fondo, de nuevo los participantes disfrutaron de los lindo, con el barro, los charcos y las dificultades, que en condiciones normales hubieran sido mero trámite.

Comandados por Enrique llegábamos al Castillo de Peñafiel para la visita al museo del vino. Dando por finalizada la jornada, bajo la curiosa mirada de los turistas y lugareños, ante el “disfraz” de nuestro coches completamente teñidos de barro.
Ya en el hotel, algunos hicieron uso del spa, otros salieron a tomas “unos vinos” por el pueblo y otros simplemente se relajaron con una charla en el claustro del hotel.

El domingo amanecía el día con sol, pero los incidentes, comenzaron antes de salir del hotel, al romper la dirección el Land Cruiser de Carlos, teniendo que llamar a la grúa.
Pero mientras mirábamos la avería, el imponente Hummer de Jorge, se cerraba, con las llaves puestas, por arte de magia. Así que con dos coches fuera de combate, el resto del grupo iniciaba el camino. Mientras se buscaba una solución para abrir el vehículo de Jorge. Finalmente, el amigo Manolo le trajo desde Madrid las llaves de repuesto, ganandose una invitación a comer. Y es que amigos, acordaros siempre de llevar una llave de repuesto en las rutas.
La mañana continuaba con constantes subidas y bajadas, por lo toboganes que el terreno de esta zona tiene. Así que las subidas complicadas, las bajadas “despacito” para no salirse.
Llegados a Castrillo de Duero una subida nos lo iba a poner difícil, pero el camino inclinado previo, nos lo puso imposible, cayo Eduardo ladeándose sobre un viñedo. Gracias a la asistencia de Pedro con el Hummer pequeño, pudieron volver el coche al camino, aunque quedaba claro que todo el que lo intentara se saldría.
Un rodeo gracias a las indicaciones de un paisano, nos ponía de nuevo en ruta, y de nuevo frente a dificultades. Tras cruzar S. Martin de Rubiales una subida machacada por los camiones de una obra, impedía el paso al Jeep de Adolfo, aunque varios coches habían pasado antes. Fernando y su HDJ200, le sacaron del apuro, eslinga en ristre y marcha atrás.
Reunidos de nuevo, continuamos pista siguiendo el olor del cordero que se fraguaba en la bodega COMENGE. Solo nos quedaba una dificultad, la cuesta imposible de subir ayer, ahora había que bajarla como aperitivo a la llegada a la Bodega en Curiel de Duero. Iniciaron la bajada Enrique, Alberto, Iván, Guillermo, Pedro y alguno más. El resto prefirió tomar la alternativa, no menos interesante, con las roderas del día anterior y llegar a la bodega tranquilamente.

Dábamos por finalizada la ruta en COMENGE pero aun nos esperaba la visita a la bodega, amablemente guiada por Leonor. Y la cata del exquisito vino previa a la comida. Buen blanco y espectacular tinto, fueron los comentarios de estos catadores cuatreros.
Así a continuación se paso a la mesa, para degustar un cordero asado como no podía ser de otra manera.
Finalizábamos la ruta, después de la comida, y con una visita por la tienda de la bodega para llevarnos un recuerdo a casa.

Esperamos volver a repetir esta experiencia en años sucesivos, ya que la acogida por parte de autoridades, hotel, bodega y los habitantes que hemos encontrado a nuestro paso, ha sido magnifica. Gracias a todos.
Hasta la próxima.

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